Con una carta conmovedora y el reconocimiento de quienes trabajaron a su lado, se despidió al "querido Doctor Silva". Con un profundo sentimiento de orfandad nos quedamos quienes compartimos alguna faceta de su vida.
Carta escrita por el bioquímico Francisco Hormaechea, miembro del Directorio del Sanatorio San Roque:
Quienes integramos la familia del Sanatorio San Roque nos convocamos hoy para despedir junto a su familia y amigos a un líder, a un conductor, a nuestro queridísimo jefe, el Doctor César "Tuki" Silva.
Era el primero en llegar y el último en irse, siempre dando el ejemplo, transmitiéndolo en todo momento, no sólo con gestos sino también con acciones concretas.
En los 27 años que llevo formando parte de la institución, nos han tocado situaciones difíciles, sobre todo financieras, con comprocedimientos de crisis y reducción de salarios, pero la capacidad de liderazgo del Doctor Silva, su compromiso con el sanatorio, su plantel y sobre todo el personal y la gente nos permitieron salir adelante.
Y cuando estuvimos mejor pudimos avanzar con Tuki a la cabeza de las inversiones tanto en equipamiento como en infraestructura, siempre motivado en mejorar nuestra calidad de atención. También con ese objetivo, busco E incorporó profesionales que jerarquizarán el servicio de la salud y dieran respuesta una comunidad en permanente de demanda.
Y aquí me permito hacer un agregado, que no es simplemente un detalle : El Dr Silva no solo indagaba acerca de las cualidades técnico profesionales, le daba más importancia aún a sus cualidades humanas y morales.
Nunca quiso que se repartirán dividendos entre los socios, porque sostenía que todo lo producido en el sanatorio debía redundar en una mejor atención para el paciente y así se hizo siempre.
Desde hace unos años me toca a ocupar un cargo en la dirección del sanatorio. Recuerdo que en la reunión inicial, la encargada de administración, Leticia Báez, me manifestó que la premisa del Dr Silva era: Primero la institución y después los honorarios profesionales. Esta frase lo pintaba de cuerpo entero porque su fundamento fue y sigue siendo contundente: La protección del personal, de los trabajadores de nuestra institución, la protección de sus salarios. Esa actitud frente al sanatorio y su gente, nuestra gente, fue inquebrantable y nos mostró siempre su espíritu moral y solidario.
Por todo esto y por mucho más, el Dr Silva fue nuestro jefe natural, por convicción, por afecto y por elección personal. Y lo decimos sin temor, con profundo orgullo porque se lo ganó en cada paso que dio en su vida, porque conquistó nuestro respeto y admiración, porque supo sintetizar nuestras aspiraciones y nuestros sueños e incluso nuestros problemas personales.
La pensadora Adela Cortina sostiene que la herencia de una persona importante seguramente puede encontrarse en su biografía, pero cuando la influencia de esa persona es decisiva, se percibe algo más, no se puede prescindir de él.
Por eso ayer, reflexionando con enfermeras y empleados, nos sentimos invadidos por la orfandad y la impotencia al saber que ya no está físicamente entre nosotros. Pero le quiero decir y transmitir hoy aquí en su despedida Dr Silva, que nos aferraremos a su herencia, a su huella que marcó con trazos indelebles y que nos van a permitir suplir su liderazgo con un trabajo de equipo.
Descanse en paz Dr Silva, vuele alto, como dijimos todos quienes conformamos la querida familia sanroqueña.
Todo nuestro respeto para su familia, su esposa Mirna, sus hijos César y Martín, su hija María Mirna, sus nietos César, Manuel, Dolores, Salvador, Juan Cruz, Juan Martín, Alfonso y su bisnieta Paz.
Parafraseando al escritor Eduardo Galeano les digo que la utopía está en el horizonte, por eso la utopía sirve para eso, para caminar, caminemos, que haremos huella al andar, recordando la herencia que generosamente nos está legando nuestro querido Tuqui.
Unas palabras finales para mi amigo, mi hermano de la vida, César Silva: Te propongo que sigamos juntos por el camino que tan sabiamente diseñó tu viejo. Tuki así lo hubiera querido.