El nuevo aumento de combustibles golpea duro a la economía de los argentinos

El reciente incremento en los precios de los combustibles, impulsado por el conflicto entre Israel, Irán y la participación de Estados Unidos, genera repercusiones directas en la microeconomía local, afectando tanto a consumidores como a pequeños y medianos comerciantes.

En primer lugar, el aumento del precio en la nafta y el diésel incrementa los costos operativos de actividades dependientes del transporte, como el comercio minorista, el transporte de bienes y servicios, y la logística en general. Este impacto es especialmente sensible para los pequeños negocios y expendedores de combustibles, que ya registran una caída del 7% en ventas según el gerente general de Cecha, Guillermo Lego. La reducción en la demanda responde a un encarecimiento que desincentiva el consumo, impactando negativamente en la rentabilidad de estos actores.

Además, los consumidores enfrentan una presión directa sobre su poder adquisitivo, al destinar un mayor porcentaje de su ingreso en gastos de movilidad y traslado. Esto puede derivar en una reducción del consumo en otros bienes y servicios, afectando a su vez a una amplia gama de comercios y prestadores de servicios locales.

Por otra parte, la cadena de comercialización debe ajustar sus precios para compensar los mayores costos de insumos importados, producto del aumento en el precio internacional del barril Brent (que escaló un 20% en 30 días) y la devaluación del tipo de cambio (10% desde abril). Esta transferencia de costos a precios finales genera un efecto multiplicador en la inflación de productos relacionados con la producción y distribución, como alimentos y productos industriales, encareciendo aún más la canasta básica.

Si bien se observa un incremento parcial y localizado en ciertos actores petroleros (Puma y Shell con un 5% promedio), la posible aplicación de nuevos aumentos (alrededor del 5% desde julio) sugiere que esta situación continuará agravando las condiciones económicas de los agentes más vulnerables y presionando a las pequeñas y medianas empresas a ajustar sus márgenes de ganancia.

En síntesis, este escenario configura una combinación de costos crecientes y demanda decreciente que presiona la microeconomía local, reduciendo la capacidad de consumo y generando incertidumbre en los comercios, en un contexto donde la política de precios aún no garantiza estabilidad ni previsibilidad.

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