Ni terapia de pareja, ni viaje al Caribe. Para salvar su relación amorosa y evitar sus constantes rupturas y distanciamientos, los ucranianos Alexandr Kudlay y Viktoria Pustovitova decidieron que lo mejor que podían hacer era permanecer unidos durante 123 días. Muy unidos. Y para hacerlo, recurrieron a la medida extrema de esposarse uno al brazo del otro.
La idea de este particular “experimento” —como ellos lo llamaron— para la salvación de la pareja, surgió en el día de San Valentín de este año. Fue un último esfuerzo de él para que la pareja no se rompiera definitivamente, que ella, un tanto a regañadientes, terminó aceptando.
La idea básicamente era que, si estaban los dos esposados, no habría manera de escaparse tras una discusión, o tratar de resolver los problemas huyendo el uno del otro.
Por supuesto, como no podía ser de otra forma en estos tiempos, la pareja difundió los pormenores de su aventura esposada en una cuenta de Instagram, donde más de 7.500 seguidores pudieron ver cómo ambos jóvenes vivían, sin despegarse, diversas alternativas de su vida cotidiana.
Alexandr, de 33 años, es vendedor de autos. Viktoria, de 29, es esteticista y ambos residen en la ciudad ucraniana de Kharkiv. En los 123 días que vivieron juntos, hicieron todo lo que cada uno debía hacer acompañándose obligatoriamente.
Encadenados salieron de compras, trabajaron, hicieron las pausas de sus respectivas obligaciones para fumar y hasta tuvieron que ir juntos al baño, aunque se turnaban para hacer sus necesidades y ducharse, según el racconto de la aventura.
Un final no tan feliz
Pero, el final de la historia no resultó lo feliz que los seguidores de la pareja esperaban, sino todo lo contrario. El experimento, al parecer, fue un tanto contraproducente, si la intención era resucitar el romance.
Un solo símbolo bastará para dar cuenta de lo calamitoso que resultó el final del encadenamiento de los dos ucranianos. Esto es, cuando a fines del mes de mayo un robusto hombre utilizó un cortafierros para cortar —literalmente— las cadenas que los unían, ella atinó a gritar: “¡Hurra!”.
Claramente, el experimento no había servido para unirlos, sino que fue más bien el puntapié inicial para una separación definitiva.
“Creo que será una buena lección para nosotros, para otras parejas ucranianas y del extranjero, no repetir lo que hemos hecho”, dijo Viktoria.
La mujer dijo que durante la experiencia extrañó mucho su espacio personal, y sintió además, que, a pesar de la cercanía obligada, su novio no le prestó la suficiente atención.
“Estuvimos juntos todo el día y no recibí la mínima atención de Alexandr, porque estábamos constantemente juntos. Nunca me dijo: ‘Te extraño’, y a mí me hubiera encantado escuchar eso”, expresó la esteticista.
En tanto, Alexandr señaló que no se arrepentía de haber recurrido a la medida para salvar la relación, pero entendió —gracias a las esposas— que él y ella no eran personas “de ideas afines”.
Resignado al final de la pareja, el vendedor de autos, declaró: “No estamos en la misma onda, somos totalmente diferentes”.
Lo bueno que dejó el experimento
No todo fue contraproducente. En primer lugar, los dos se hicieron famosos en las redes sociales y ahora piensan usufructuar eso de manera solidaria: subastarán las esposas y con el dinero recaudado, ayudarán a organizaciones benéficas.
Y por otro lado, el día que les cortaron las cadenas frente a las cámaras televisivas, un representante del libro de registros oficiales de Ucrania se acercó para decirles que ellos eran la pareja que más tiempo había durado encadenada en el mundo. Por lo tanto, habían batido un récord mundial.
En la última foto que publicaron en Instagram, se los ve a los dos, ya separados, frente al mismo monumento donde les cortaron las esposas, con expresión seria, casi triste, y mirando hacia el suelo. Definitivamente, el experimento fue un fracaso.