El presidente Javier Milei se lanza de lleno a la campaña electoral con un cronograma de recorridas que lo llevará a más de diez provincias, comenzando por Tierra del Fuego. La estrategia es clara: recuperar la épica que lo llevó a la presidencia en 2023 y disputar voto a voto la composición del próximo Congreso. Sin embargo, lo que se presenta como un despliegue de cercanía con la gente se parece más a una fuga hacia adelante, en un contexto donde la gestión nacional acumula deudas sociales y económicas que no encuentran respuesta.
LA AGENDA DEL SHOW POLÍTICO
En Ushuaia, Milei se mostrará con sus candidatos locales, eligiendo el escenario más austral del país para proyectar una imagen de liderazgo federal. El itinerario incluirá caminatas, actos callejeros y visitas simbólicas. La agenda, más que orientada a la gestión, busca consolidar un relato político que reemplace con mística lo que en la práctica son carencias de resultados concretos. La reiteración de consignas como «¡Viva la libertad, carajo!» apunta a reforzar identidad antes que a abrir un debate serio sobre la crisis económica y social.
LA RECUPERACIÓN DE LA ÉPICA PERDIDA
El oficialismo libertario busca recuperar el impulso de 2023, cuando Milei capitalizó el descontento y construyó un movimiento que sorprendió al sistema político. Pero dos años después, el escenario es distinto: la inflación no cede, el ajuste golpea con dureza a trabajadores y jubilados, y la conflictividad social se multiplica. En ese marco, la “épica” de la campaña suena a nostalgia. Pretender reeditarla con giras relámpago puede servir para entusiasmar a la militancia, pero difícilmente calme la preocupación de quienes esperan políticas públicas que resuelvan problemas urgentes.
UN FEDERALISMO DE ESCENARIO
Resulta llamativo que Milei se presente como un presidente cercano al interior cuando su programa económico profundiza desigualdades regionales. Tierra del Fuego, por ejemplo, sufre la incertidumbre de su régimen industrial y la falta de inversiones para diversificar la economía local. Visitar la provincia sin compromisos concretos de financiamiento o proyectos estructurales refuerza la idea de un federalismo escénico: se recorre el territorio para las fotos, no para gobernar con equidad.
ENTRE LA CAMPAÑA Y LA GESTIÓN
El cronograma de un viaje cada tres días hasta las elecciones plantea otra tensión: ¿cómo compatibilizará el presidente la campaña con la gestión? Mientras Milei se desplaza entre provincias, los desafíos de la administración nacional se acumulan. El ajuste del gasto público, celebrado como bandera, convive con un deterioro de servicios esenciales en salud, educación y transporte. Dedicar tanta energía a la campaña revela una prioridad clara: asegurar bancas legislativas antes que estabilizar el rumbo del país.
LA DISPUTA POR EL CONGRESO
La Libertad Avanza sabe que su capacidad de gobernar depende de sumar legisladores. De allí la apuesta a una campaña intensa, especialmente en provincias grandes como Buenos Aires, Santa Fe o Mendoza. Pero también es evidente que la contienda se da en un marco de polarización creciente, donde Fuerza Patria emerge como alternativa. En este escenario, el oficialismo busca convertir cada acto en un plebiscito sobre la gestión. El problema es que, si la realidad cotidiana de millones de argentinos sigue marcada por la frustración y la precariedad, difícilmente la épica de los actos callejeros logre disimularlo.