Por Rodolfo TITO Cerdán
Militante Peronista y Dirigente Sindical
Hace más de setenta años, en 1951, Juan Perón ya advertía sobre los dirigentes que no dirigen nada, aquellos que viven de la organización pero no la construyen, que están más preocupados por mantener sus privilegios que por defender las causas populares. Hablaba de esos vivillos que simulan liderar pero en realidad han perdido el contacto con quienes realmente hacen el esfuerzo, los trabajadores, los jóvenes, los que quieren transformar la realidad.
Hoy, esas palabras resuenan con más fuerza que nunca. Muchos jóvenes sienten que los dirigentes sindicales, políticos y sociales han quedado atrapados en agendas que no reflejan sus preocupaciones. La lucha de género, la crisis climática, el acceso a la educación y el trabajo digno, la precarización laboral en la era digital… todas estas batallas se están dando fuera de los espacios tradicionales. Los autoconvocados, las asambleas espontáneas, las movilizaciones sin líderes visibles son la respuesta a una dirigencia que parece no estar a la altura de los tiempos.
Es que, cuando la conducción se vuelve estéril y la dirigencia se burocratiza, los pueblos buscan su propio camino. Lo vimos en nuestra historia reciente: cuando los sindicatos no tomaron la delantera en la lucha contra la flexibilización laboral, los trabajadores precarizados se organizaron solos. Cuando la política tardó en entender la urgencia de la lucha de género, el movimiento de mujeres y diversidades avanzó sin esperar permiso. Y cuando la juventud vio que el futuro que le prometían era solo precariedad y resignación, empezó a construir sus propias formas de organización.
Imaginemos un grupo de compañeros y compañeras que decide organizarse para cambiar algo en su comunidad. Sienten que nadie los representa, que las estructuras tradicionales están desconectadas de sus problemas y que los dirigentes de siempre no entienden sus preocupaciones. Entonces, sin esperar el visto bueno de nadie, toman las calles, arman redes, levantan la voz y luchan por sus derechos. Esto no es un fenómeno nuevo. Ha pasado antes y está pasando ahora.
Pero la historia también enseña que los cambios duraderos no vienen solo de la indignación momentánea, sino de la construcción colectiva, de la organización con compromiso real. El desafío de nuestra generación no es solo cuestionar a los dirigentes que no dirigen nada, sino crear nuevos liderazgos que sí lo hagan, que escuchen, que actúen con lealtad a los que representan, que no se vendan al mejor postor.
Perón lo dijo claramente: la organización no se hace con dólares, se hace con sinceridad y con compromiso.
Los jóvenes deben tomar la posta y reaccionar frente a estas situaciones, sin destruir nada, pero generando participación y militancia activa. Es momento de construir el recambio dirigencial desde la acción, sin esperar tiempos ajenos. Hay que hacer que en las organizaciones no quede lugar para los dirigentes que no dirigen nada, porque las organizaciones valen por la calidad de sus dirigentes.
Ya es hora de esta sana rebeldía que salvará a las organizaciones libres del pueblo de caer en una triste historia de decadencia. El futuro no se espera: se construye cambiando el presente y defendiendo los derechos adquiridos por las luchas pasadas.
Ningún paso atrás, ni para tomar impulso.