Un informe del Banco Central reveló un dato alarmante: la morosidad de los créditos familiares alcanzó en octubre su nivel más alto desde que se inició el registro en 2010. El índice de irregularidad llegó al 7.8%, con aumentos marcados en préstamos personales (9.9%) y tarjetas de crédito (7.7%).
Este fenómeno, que acumula doce meses consecutivos de aumento, se explica por una combinación de factores. Los elevados costos de financiamiento, con tasas que superan ampliamente la inflación, y la caída o estancamiento de los salarios reales ponen en aprietos a las economías domésticas.
Algunos analistas señalan que parte del incremento era esperable, dado que el crédito al sector privado se duplicó en términos reales, pudiendo haber incorporado a segmentos de mayor riesgo. Sin embargo, la situación también afecta a empresas, cuya morosidad creció del 0.7% al 1.9% en un año.
El dato invita a una reflexión profunda sobre el acceso al crédito y la salud financiera de las familias. Encontrar un equilibrio entre la reactivación del consumo y la sostenibilidad de las deudas es un desafío clave para la economía en su conjunto.