La alianza oficialista Goya Nos Une + ECO propone ahora “transformar” el sistema de colectivos que ellos mismos dejaron colapsar
GOYA — A semanas de las elecciones municipales, la alianza oficialista Goya Nos Une + ECO, encabezada por Kike Cáneva y Pablo Ibáñez, lanzó una promesa de campaña que suena más a confesión de parte: anuncian que, si llegan al gobierno municipal, eliminarán el modelo actual de transporte urbano. Lo que no dicen es que ese modelo fue sostenido, defendido y financiado por el mismo espacio político que hoy intenta despegarse del desastre.
La declaración de Cáneva e Ibáñez, que plantea licitar un nuevo sistema para reemplazar a la cooperativa prestadora, llega luego de años de complicidad política con un esquema que dejó a miles de vecinos sin un servicio digno, confiable ni seguro. La crítica a las largas esperas, las unidades en mal estado y la imprevisibilidad del recorrido no hace más que confirmar lo que los vecinos vienen denunciando hace tiempo, mientras el oficialismo miraba para otro lado.
UNA CRISIS ANUNCIADA Y SOSTENIDA
El deterioro del transporte público en Goya no es una novedad. Desde hace años, los usuarios padecen frecuencias deficientes, unidades obsoletas y recorridos mal planificados. La falta de controles efectivos, la ausencia de una política de subsidios inteligente y la desidia municipal fueron dejando al sistema en una situación terminal.
¿Quién gobernó durante ese tiempo? El mismo espacio que hoy promete “modernizarlo”. ECO + Goya Nos Une ha tenido concejales, funcionarios y responsables directos en el área, con capacidad real de decisión. Si no lo resolvieron antes, ¿por qué habría que creer que lo harán ahora?
EL OPORTUNISMO ELECTORAL COMO ÚNICA PROPUESTA
Lejos de asumir su cuota de responsabilidad, Cáneva e Ibáñez recurren al recurso más viejo de la política tradicional: culpar al sistema sin hacerse cargo del rol que jugaron en su mantenimiento. Denuncian lo que toleraron. Critican lo que votaron. Prometen “cambiar” lo que nunca intentaron reformar cuando pudieron hacerlo.
Además, la propuesta de “llamar a licitación” resulta vaga y superficial. No hay detalles sobre qué modelo de gestión se busca implementar, cómo se garantizará la sustentabilidad económica del servicio ni qué criterios se utilizarán para evitar que se repita el fracaso actual. ¿Habrá control ciudadano? ¿Participación vecinal? ¿Fondos municipales? Ninguna respuesta.
EL COSTO SOCIAL DE LA DESIDIA
Mientras el oficialismo arma discursos de campaña, los vecinos siguen pagando las consecuencias. El transporte urbano dejó de ser una opción para la mayoría. Los estudiantes llegan tarde a clases. Los trabajadores deben gastar más en motos o remises. Las personas mayores quedan directamente aisladas.
El crecimiento del parque de motos —citado por los propios candidatos como una “consecuencia”— no es un dato técnico: es el símbolo de un Estado municipal ausente, que empujó a la ciudadanía a resolver por su cuenta lo que debería ser un derecho básico: la movilidad.
UN PROYECTO QUE NO OFRECE CAMBIO SINO CONTINUIDAD
La fórmula Cáneva–Ibáñez no representa ninguna renovación. Son caras nuevas para un esquema político agotado, que ahora se disfraza de opositor de sí mismo. No basta con decir que “algo no funciona” cuando se ha sido parte del problema.
Si la ciudadanía quiere un cambio real, deberá buscar en otros espacios que no hayan sido cómplices del vaciamiento del transporte público en Goya. Porque quienes se lavan las manos en campaña, son los mismos que las tuvieron en el timón cuando el colectivo dejó de pasar.
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