DESPILFARRO EN TIEMPOS DE AJUSTE | La reciente visita del gobernador Gustavo Valdés a la ciudad de Goya volvió a poner en evidencia una práctica que choca frontalmente con las necesidades urgentes de la ciudadanía: el uso del avión oficial para recorrer apenas 220 kilómetros, mientras miles de correntinos enfrentan carencias básicas. En un contexto de profunda crisis económica, donde se impone austeridad al pueblo con recortes en áreas sensibles, el mandatario opta por trasladarse en aeronave oficial, generando un gasto estimado en 8,5 millones de pesos. Este monto, que contempla consumo de combustible, tripulación, mantenimiento, tasas aeroportuarias y otros costos indirectos, es una afrenta para una provincia con altos índices de pobreza y precarización.
La decisión de no viajar por vía terrestre –que podría haberse realizado en menos de tres horas y con un mínimo operativo– deja en evidencia no solo una desconexión con la realidad social, sino una marcada preferencia por el privilegio sobre la empatía. A la vez, exhibe un modelo de gestión centrado en el exhibicionismo y no en la eficiencia.
UN ESTADO QUE SE BLINDA Y SE ALEJA
La llegada del Gobernador a Goya implicó un amplio despliegue de seguridad que incluyó cortes de calles, anillos de control y fuerte presencia policial y municipal, orientado no a proteger a la ciudadanía, sino a blindar a una figura política de sus propios representados. En lugar de encontrarse con la comunidad en espacios abiertos y accesibles, la prioridad fue restringir el acceso al predio Costa Surubí, generando malestar, rumores y tensiones.
Estas acciones, lejos de fortalecer la institucionalidad, refuerzan la idea de una clase política que se protege del pueblo, cuando debería rendirle cuentas. El uso de recursos públicos –móviles, personal, horas hombre– para montar operativos de exclusión contradice cualquier discurso de cercanía o republicanismo. No se trata de seguridad: se trata de construir una escena donde el poder se muestra sin ser interpelado.
CUESTIONAMIENTOS CIUDADANOS Y DOBLE VARA
El debate en redes sociales fue elocuente. Mientras algunos minimizaron el impacto del operativo, muchos otros expresaron con claridad un hartazgo creciente: no es el corte de calles en sí lo que molesta, sino el trasfondo de ostentación y la sistemática negación del conflicto social. En paralelo a este despliegue, la desaparición de Loan Peña sigue sin respuestas claras, y sectores amplios de la sociedad reclaman justicia. En este contexto, la presencia blindada del Gobernador se percibe como una fuga simbólica de las verdaderas urgencias.
También se visibilizó una crítica transversal al uso electoralista del espacio público: cuando hay que pedir el voto, los funcionarios se acercan sin protocolos; pero cuando se trata de eventos institucionales, la ciudadanía es mantenida a distancia, como si se tratara de una amenaza. Esta lógica profundiza la crisis de representación y erosiona la legitimidad de la política como herramienta de transformación.
DEMOCRACIA O MARKETING POLÍTICO
Lo ocurrido en Goya refleja el perfil de una gestión más preocupada por la escenografía que por el contenido. Se privilegia el impacto visual, la imagen cuidada, la seguridad sin diálogo, el traslado cómodo y veloz a cualquier costo. Se desprecia el contacto espontáneo, la escucha atenta, la austeridad como gesto ético. Y todo esto se hace con recursos del Estado, no personales.
En tiempos donde la democracia exige mayor transparencia, cercanía y sensibilidad social, acciones como esta desnudan el carácter elitista de ciertos liderazgos. No es menor que en paralelo se apliquen políticas de ajuste, se reclame «sacrificio» a docentes, estatales o beneficiarios de programas sociales, mientras se despliegan aparatos logísticos costosos e innecesarios.
UNA EXIGENCIA POLÍTICA Y ÉTICA
El gobernador Gustavo Valdés no incurrió en una ilegalidad, pero sí en un acto políticamente irresponsable y socialmente provocador. No alcanza con justificar el protocolo o minimizar los impactos. Lo que está en juego es el modelo de gobernabilidad: ¿para quién gobierna Valdés? ¿Desde dónde construye su autoridad? ¿Con qué ejemplos pretende liderar?
La política democrática no puede divorciarse de la ética pública. La sobriedad, el contacto directo con la realidad, la transparencia en el uso de recursos y la priorización del bien común son pilares fundamentales. Todo lo contrario a lo que mostró este viaje aéreo y este operativo excluyente.
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