Solidaridad en movimiento: comida caliente en las noches frías de Goya

Durante una de las semanas más frías del año, un grupo de estudiantes y docentes del Instituto “San Martín” organizó una jornada solidaria para acercar un plato de comida caliente a personas en situación de calle. La propuesta no fue inédita: forma parte de una práctica que se repite año tras año, sin fines publicitarios, con un sentido profundamente humano y comunitario.

La acción se desarrolló el martes por la noche, cuando se prepararon 100 porciones de guiso que fueron distribuidas en inmediaciones de la plaza Mitre, la Terminal y los cajeros automáticos del centro de Goya. Lo que no se repartió en la calle fue entregado en la capilla de Guadalupe, ubicada en un barrio de alta vulnerabilidad social. La cocción se realizó en el patio de la Casa Parroquial, espacio elegido por su cercanía al lugar de entrega y por su accesibilidad.

Lo relevante de la jornada no fue la cantidad de raciones ni el menú elegido. Fue el hecho de movilizar vínculos, convocar a jóvenes y adultos, establecer redes espontáneas de colaboración: un comerciante donó verduras, otro aportó arroz, un emprendedor ofreció carne. Lo central fue que la acción se construyó desde abajo, sin protocolos ni dispositivos institucionales formales, pero con la potencia de lo colectivo.

En el centro de la experiencia estuvieron los alumnos del Centro de Estudiantes, que asumieron tareas de organización, cocina y reparto. Participar, involucrarse y recorrer las calles no fue solo una práctica solidaria, sino también una experiencia formativa. No hubo intermediación ni burocracia, sólo personas que tomaron la decisión de hacer algo por otras personas.

La profesora María Piasentini —una de las referentes del proyecto— planteó con claridad que este tipo de acciones complementan la formación escolar. No se trata de asistir, sino de reconocer otras realidades, romper la indiferencia, salir de la inercia. “Esto también es enseñar”, resumió.

La historia del Instituto “San Martín” está marcada por estas iniciativas, muchas veces invisibles para los medios o para los registros oficiales. Cocinar en los barrios, llevar viandas a la isla, organizar colectas silenciosas. La lógica es la de sumar desde donde se puede, con lo que se tiene, sin esperar condiciones ideales.

La noche del martes no resolvió el problema estructural de la pobreza ni modificó el contexto social. Pero sirvió para generar vínculos, para hacer visibles a quienes suelen permanecer en los márgenes, y para afirmar que la solidaridad no es un acto esporádico, sino una forma de estar presentes.

En un contexto social donde abundan los diagnósticos sombríos y las apelaciones abstractas a “la juventud” o “la educación”, experiencias como esta muestran otra cara: la de quienes no se resignan, no esperan indicaciones superiores y actúan desde la convicción de que algo puede hacerse. Es una pedagogía de la acción, no del discurso.

]]>

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio