Con un clima templado y una notable participación vecinal, la comunidad rural de Punta Batel celebró este domingo su tradicional fiesta patronal en honor a la Cruz de los Milagros. La jornada combinó expresiones de fe con actividades culturales y sociales que fortalecieron el sentido de pertenencia en este paraje cercano a Goya.
CELEBRACIÓN RELIGIOSA Y PROCESIÓN
Las actividades comenzaron en horas de la mañana con una procesión por las calles de tierra del paraje, donde los fieles acompañaron la imagen de la Cruz de los Milagros con cánticos y oraciones. A pesar de la distancia y las dificultades propias del camino rural, numerosas familias participaron del recorrido a pie, en vehículos o a caballo.
La misa se celebró en un predio acondicionado junto a la capilla local. En su homilía, el sacerdote convocado para la novena, el padre Juan Carlos Mendoza, destacó el valor de la fe popular, la importancia de mantener vivas las tradiciones y la necesidad de sostener la esperanza comunitaria, especialmente en tiempos de incertidumbre social y económica.
COMPARTIR COMUNITARIO Y ALMUERZO CRIOLLO
Luego del oficio religioso, los asistentes compartieron un almuerzo criollo que incluyó asado a la estaca, empanadas, pan casero y arroz con pollo. Las familias del lugar y visitantes de parajes vecinos se agruparon en largas mesas bajo la sombra de los árboles, dando lugar a charlas distendidas, reencuentros y anécdotas.
La jornada se completó con la actuación de músicos locales, danzas folclóricas improvisadas y sorteos solidarios para colaborar con el mantenimiento de la capilla. No faltaron los puestos de venta de dulces regionales, tejidos artesanales y bebidas frescas, que permitieron a emprendedores locales ofrecer sus productos.
TRADICIÓN QUE SE SOSTIENE EN EL TIEMPO
Vecinos de Punta Batel destacaron el valor de la fiesta patronal como espacio de encuentro y pertenencia. Aseguraron que, más allá de lo religioso, este tipo de celebraciones cumplen un rol esencial en la cohesión social del paraje, donde la distancia entre familias y la falta de servicios básicos suelen marcar la vida cotidiana.
«Acá no hay cine, no hay teatro, pero cuando hay fiesta patronal, nos juntamos todos. Se hace comunidad», expresó una pobladora que participa activamente en la organización desde hace décadas. La preparación incluyó limpieza del predio, decoración de la capilla, recolección de alimentos y armado de las carpas.
La celebración no sólo atrajo a residentes del lugar, sino también a personas originarias de Punta Batel que hoy viven en la ciudad de Goya o en otras provincias, pero que regresan cada año para reencontrarse con sus raíces. Algunos incluso viajaron desde Buenos Aires o Chaco para no perderse la festividad.
UNA FE QUE PERSISTE
En medio de un contexto marcado por el descreimiento institucional y la pérdida de referentes sociales, la religiosidad popular encuentra en espacios como este una vía de continuidad. La devoción a la Cruz de los Milagros, con fuerte arraigo en la región, se manifiesta no solo como acto litúrgico sino como tejido de vínculos que sostienen a la comunidad.
Según los organizadores, la participación crece año a año y se observa un renovado interés de los jóvenes por implicarse en las actividades. «Los chicos ayudan en la cocina, cantan en la misa o colaboran en los preparativos. Eso muestra que la tradición sigue viva», comentó una de las mujeres a cargo del almuerzo.
En tiempos donde la ruralidad muchas veces queda relegada de la agenda pública, la visibilidad de estas expresiones comunitarias resulta clave para comprender cómo las poblaciones del interior sostienen sus modos de vida, identidad y vínculos sociales a través de la fe y la celebración colectiva.
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