La avenida Madariaga de Goya volvió a ser noticia por un nuevo hundimiento que obliga a una nueva reparación. Para los vecinos, la escena es ya parte del paisaje: máquinas excavando, operarios removiendo tubos, carteles de obra y promesas de soluciones definitivas que nunca llegan. Esta vez, las tareas están a cargo del PRODEGO, que anticipó una intervención de un mes, aunque nadie en el barrio apuesta a que sea la última.
FALTA DE PLANIFICACIÓN Y CÍRCULO VICIOSOLas tareas anunciadas por el Ing. Gustavo Gabiassi, titular de PRODEGO, incluyen el reemplazo de cañerías, saneamiento del terreno y posterior colocación de hormigón, en articulación con Obras Públicas. Según el funcionario, el problema se origina en el hundimiento de las conducciones hacia la estación de bombeo. Sin embargo, el diagnóstico es siempre el mismo, al igual que las soluciones.
La falta de planificación integral, la ausencia de auditorías independientes y el reciclaje de funcionarios que llevan décadas en el poder, hacen sospechar que más que un error técnico, el problema responde a una lógica de mantenimiento permanente que beneficia a los contratistas y no a la ciudadanía.
VIALIDAD PROVINCIAL Y UNA AYUDA CÓMODAEl municipio agradece a Vialidad Provincial por prestar máquinas para las tareas. El intendente Mariano Hormaechea gestionó ante el Ing. Luis Cardozo esta colaboración, como si se tratara de una acción extraordinaria. Pero lo cierto es que Goya no tiene maquinaria propia suficiente para atender emergencias básicas. La dependencia crónica de la provincia habla de una ciudad que gestiona poco y terceriza casi todo.
Mientras tanto, la obra pública sigue siendo una caja de recursos sin control. La reutilización de materiales, la contratación reiterada de las mismas empresas y la falta de sanciones por trabajos mal hechos conforman un modelo que, lejos de solucionar, perpetúa el deterioro urbano.
UN SISTEMA QUE PREMIA EL FRACASOLa lógica de reparación continua en avenidas como Madariaga, calles como España o zonas como la Costanera revela un patrón: cada falla garantiza una nueva contratación. Los montos no siempre se transparentan, los plazos rara vez se cumplen y los responsables nunca rinden cuentas.
Esto convierte a la obra pública en un mecanismo perverso, donde los errores no se penalizan sino que se monetizan. Lejos de construir una ciudad resiliente, se administra el deterioro. Cada pozo es una oportunidad de facturación. Cada hundimiento, una excusa para reiniciar el ciclo.
UNA ALTERNATIVA NECESARIALa oposición local reclama una auditoría externa y pública de todas las obras realizadas en los últimos diez años. Además, propone la creación de una oficina municipal de control técnico independiente, con participación de colegios profesionales, universidades y ciudadanía organizada. También insiste en la necesidad de sancionar por incumplimiento a contratistas reincidentes y transparentar cada paso de las licitaciones.
Sin una reforma estructural, Goya seguirá atrapada en una economía del parche. La confianza ciudadana no se recupera con promesas ni con slogans de modernización. Se recupera con gestión transparente, planificación a largo plazo y control real del uso de los recursos públicos.
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